Nota publicada el 03 de Octubre de 2011 en Prensa de Frente.
Enlace: http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2011/10/03/p6713
Entrevista a Sergio del Espacio por la Democracia en Merlo
“Merlo es un lugar irrespirable para los militantes”
Por El Perro, Comunicación contra la Represión*.
-Suipacha y Libertador, esquina del Banco Provincia, 16 hs. Es el décimo viernes por la democracia en pleno centro de Merlo. La comisaría está a 2 cuadras, el municipio a 4. Tímidos, mirando hacia todos lados antes de avanzar, un grupo de personas cruzan un pasacalle cuando el semáforo lo permite. “Toque bocina contra la impunidad”, dice la leyenda. Hace 3 meses que el concejal opositor Horacio “Lula” Cepeda (Libres del Sur) está preso. Es una más de las actitudes autoritarias del intendente Raúl Othacehé (PJ – FPV).
Actuaron, esta vez como casi siempre, un entramado de impunidad judicial y política. La detención violó los fueros que su banca le otorgaba al concejal. Denuncias falsas, testimonios comprados y persecución unieron a un amplio arco de organizaciones en esta protesta, porque todos sienten que pueden ser los próximos.
Casi en clandestinidad, detrás de un cartel que esconde las caras del que habla y el que entrevista, Sergio, docente de unos 40 años cuenta: “El espacio surgió como una necesidad ante el hecho de que se detuvo a un compañero, el concejal Cepeda de Libres del Sur, eso nos movilizo a todxs. Sabemos que la represión no está ejercida solamente sobre una persona sino que opera sobre el conjunto de la sociedad. Es un conjunto de organizaciones muy basto, que ocupa todo el arco ideológico, incluso independientes que nos auto convocamos, para constituir esto que se llama espacio por la democracia en Merlo, y que es algo en gestación, algo que se va alimentando cotidianamente, y que tiene como objetivo hacer visible una situación que se está agotando, que ya lleva 20 años. Merlo se ha transformado en un lugar irrespirable para la política. Necesitamos sacar esto a la calle y sacarlo también fuera del distrito, porque es la única forma de construir un marco democrático para que pueda darse la participación política”.
-La represión en Merlo tiene una historia larga, ¿cómo se vinculan ustedes con esas víctimas?
-“El martes 13 de setiembre, participamos de una reunión en la cámara de diputados donde nos encontramos con denuncia del año 1998, que incluyen desde homicidios no esclarecidos, a secuestros, muchos hechos realmente alarmantes, muchos de ellos denunciados oportunamente en la justicia de morón que muchas veces fue cómplice”. Horacio Lula Cepeda, desde la cárcel, le puso nombres a través de una carta a esos cómplices: “Mi detención fue pedida por el fiscal Tavolaro (en estos días nombrado porque investiga el caso Candela), la Jueza Casabayo pide licencia y el Juez subrogante la deshecha. El fiscal apela y [responde] la Sala 2 de la Cámara de Apelación y Garantías de Morón en donde dos de los tres jueces son conniventes con Othacehé. Uno es el Juez Costa Argañaraz, encargado jurídico de la Municipalidad de Merlo antes de que lo ubicaran como Fiscal General de los Tribunales de Morón, y actualmente es Juez de Cámara. La otra Jueza es Rita Bustamente. Se supone que esta Sala debe revisar las medidas que emanan de los juzgados de primera instancia y no tomar un tema y resolverlo como si ellos lo fueran. Pero evidentemente fue la forma de detenerme”. “Hay más de 100 denuncias presentadas que durmieron, porque la justicia nunca se hizo cargo –repasa mientras saca cuentas Sergio– hay exposiciones de personas sobre distintos hechos, desde la represión a la asamblea de vecinos en el año 2002, la represión a medios locales, como ocurrió con Radio Ciudad, cuyo director se tuvo que ir de Merlo, mucha gente ha tenido que irse del distrito por el solo hecho de querer participar y no compartir las ideas del intendente. Eso aquí es peligroso”
-¿Cómo fue específicamente el caso de la radio?
-“El director de la radio cometió el pecado de invitar a concejales opositores al espacio de su radio. Mientras estaba al aire recibió una visita de dos personas que lo amordazaron, lo ataron, lo metieron en el baño de la radio, le gatillaron con un revolver, dos veces, le robaron el automóvil, lo amenazaron de muerte y él se fue de Merlo”. Sergio se refiere al dueño de Radio Ciudad de Merlo, Eduardo Del Bono, que fue víctima de un atentado después de las elecciones de septiembre de 2004. Los agresores le dijeron que “la corte con poner al aire a todos los partidos y a las madres” (de víctimas de gatillo fácil), y que lo iban a matar. Al poco tiempo “Crónicas Urbanas”, el programa donde se le daba lugar a estos casos, fue levantado. “Tras el atentado contra Del Bono hicimos una campaña por la libre expresión, con marchas los últimos viernes de cada mes a las que iba mucha gente, pero los medios nos ignoraron”, contaron desde la radio al diario Página/12. “Todos los medios de difusión más o menos importantes del distrito están en manos del oficialismo –continúa Sergio– lo que hace prácticamente imposible escuchar otras voces, un derecho tan proclamado por la ley de medios”.
-¿Cómo fue hacer campaña en este marco?
-“Algunos datos: la gente de Nuevo Encuentro fue golpeada en repetidas ocasiones, a Sabbatella se le envió una patota el día que quiso intervenir acá. 280 fiscales fueron echados, expulsados de forma ilegal de las elecciones. Esas son muestras. Es prácticamente imposible hacer campaña opositora porque toda la militancia corre riesgo físico, real. La campaña comprende también la difamación, a través de volantes que aparecen en la vía pública, acusando a los candidatos que tienen alguna posibilidad de sumar un concejal o disputar algún cargo”.
-¿Cuáles son las metodologías además de esas?
-“Acá el miedo se elevó a política de estado. Es decir, hay todo un aparato constituido a lo largo del tiempo que utiliza hinchadas de futbol para golpearte, que convive con la policía del distrito, que tienen sus socios en el Colegio de Abogados de Morón. Es un aparato de informar, de golpear (la fuerza de choque son las hinchadas, sabemos que están rentados, los tenemos identificados, pero están sumamente protegidos por el poder político). Lo que opera es el miedo fundamentalmente. Todos conocemos lo que son la mayoría de los intendentes del conurbano bonaerense, todos sabemos que a veces apelan a la violencia para sostener su propia construcción política. La diferencia con Merlo es que en otros lugares la violencia política opera en singular, sobre aquel que se opone firmemente. Acá la violencia opera en un sentido más amplio, genera un miedo colectivo, que a veces se disfraza de desidia. A veces neutraliza, como por ejemplo cuando vos tenés militancia joven dentro de tu organización, tenés que tratar de convencer a los papás de lxs chicxs, decirles que no es peligroso, porque les dicen a sus propios hijos: “En Merlo no participes”. Y entonces comenzamos a sentirnos responsables, los más grandes, por lo que pueda pasarles a los más jóvenes. Es muy difícil. Acá hay un operativo de control, de coerción y de represión que opera no solo sobre los militantes, lo que se obstruye no es solamente la participación política formal. Se elimina todo tipo de participación. Un recital de música, por poner un ejemplo, cualquier actividad social que no adscriba al intendente”.
Hace 5 años, en varios diarios podía leerse la noticia: UN MATRIMONIO AMENAZADO Y BAJO SEGUIMIENTOS POR SUS DENUNCIAS. Era la manera en que se relataba mediáticamente la denuncia de Marisol Vázquez y José Luis Romano, que recuerdan que las intimidaciones comenzaron antes de tener el programa de radio, a partir de la actividad en una asociación civil llamada Unión Vecinal Cóndor, que ayudaba a pibes de la calle, donde enseñaban artes marciales, se realizaban torneos solidarios para recaudar fondos para chicos con leucemia. Un trabajo que no excedía aquello que hacen cientos de ONGs en el conurbano. “Al principio al Municipio le molestaba que fuéramos a pedir por chicos desnutridos, denunciamos 12 casos en nuestro barrio, y recibimos llamadas que nos advertían sobre la molestia del intendente por eso”, conto Vázquez en aquel momento. Romano es chapista, y contó que los punteros del barrio iban a su taller y le decían “dedicate a otra cosa... ¿no tenés miedo de que te prendan fuego la casa o el auto?”. Un día alguien se llevó los vehículos de sus clientes y le filmaron la casa. Desde entonces hay un patrullero “siempre parado ahí en la cuadra”.
El sol cae, algunos vecinos de paso, tomando el colectivo de vuelta al barrio, toman tímidamente el volante que denuncia el caso de Cepeda. Lo guardan sin leer. Pero lo guardan. Nuevamente el semáforo rojo da pie a que cuatro compañeros pongan carteles frente a los autos que paran. Un megáfono, tapando un rostro, dispara: “Hace 28 años que estamos en democracia. Es hora de que llegue a Merlo”.
-¿Qué pasa en la calle con la gente?
-Poco a poco entendemos que la gente va perdiendo el miedo. Los primeros días casi ni te recibían los volantes. El primer día hubo un grupo de personas de civil que se acercaron de manera bastante beligerante, pero luego no pasó nada más. Ahora vemos que se empiezan a parar. Es lógico. Hay miedo, por eso nosotros no pusimos una mesa para juntar firmas. Nadie da el nombre. Pero por lo bajo, se solidarizan, preguntan cómo están las cosas, cómo sigue la causa. Quieren saber. Hace 10 viernes que hacemos esto. Esperemos que no sean muchos más y que el compañero salga en libertad. Pero queremos darle continuidad al espacio. Siempre estamos prevenidos”, dice Sergio y guarda en la mochila los volantes.
La volanteada se detiene siempre cuando empieza a oscurecer. Todos se vuelven juntos, sin separarse. Una rueda de mensajes de texto a última hora avisa que todos llegaron sanos a casa. Un día más de militancia en Merlo.
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