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JUAN CARLOS LEMUS
Con la misma vara
Es más tentador aceptar la evidencia en una fotografía que rastrear el contexto al que pertenece; más todavía si se trata de un obispo con una mujer en biquini —cosa difícil de pasar por alto, pues es más rara que si viéramos al monstruo del lago Ness tomando el Sol— como fue visto Fernando María Bargalló, obispo de la Diócesis argentina de Merlo-Moreno.
JUAN CARLOS LEMUS
Es más tentador aceptar la evidencia en una fotografía que rastrear el contexto al que pertenece; más todavía si se trata de un obispo con una mujer en biquini —cosa difícil de pasar por alto, pues es más rara que si viéramos al monstruo del lago Ness tomando el Sol— como fue visto Fernando María Bargalló, obispo de la Diócesis argentina de Merlo-Moreno.
Pero el mundo otorga categoría de santos a sus monjes, sacerdotes y otros religiosos, para desplumarlos al menor descuido. Es fácil apedrear al otro, avergonzarlo, crucificarlo antes que ver hacia nuestras propias playas. Buena parte del planeta tiene hambre de sangre, sexo, mortandad y ovnis. Hasta circulan por la red rostros diabólicos configurados con el humo del 11 de septiembre.
Invito a que revisemos en dos minutos el problema del cura de Merlo. Está relacionado con el abogado Raúl Alfredo Othacehé, intendente de Merlo, Gran Buenos Aires, un político de los más violentos y manipuladores que aún quedan en Latinoamérica. Organizaciones de derechos humanos lo señalan de que manda vapulear o acosa a sus opositores, a quienes de primero desprestigia dentro de su comunidad, luego les monta querellas y bloquea sus fuentes de ingreso. En el 2009 creó una universidad como elefante blanco para su clientelismo, en ella nombró a su hijo secretario de Asuntos Académicos y a sus concejales en puestos claves. Hace distribuir volantes difamatorios contra integrantes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, una pastoral en favor de los más pobres surgida en los años 1960 y que ha denunciado sus abusos.
Othacehé ha acusado a los curas de estafadores, trotskistas, de meterse en política, de distribuir estupefacientes, de que se relacionan con el narcotráfico y hasta de que tienen albergues antihigiénicos; demandó al sacerdote Raúl Vila por defraudación fiscal y estafa, y acusó al presbítero Miguel Velo —quien defendió a 600 familiares de despedidos— de violador. Así neutraliza a quienes delatan sus acciones. En el 2007, Bargalló firmó una carta de apoyo a los curas. Desde entonces, Othacehé lo ha perseguido hasta que por fin logró mostrarlo en calzoneta al mundo, en fotos de hace año y medio que fueron difundidas la semana pasada.
Es cierto que la exposición de Fernando Bargalló afecta a su comunidad y alegra a sus enemigos, pero este obispo ha hecho cosas más importantes que la que hoy lo hunde. Ha dado la cara en marchas, es uno de los más comprometidos con los sectores excluidos, ha defendido a sus hermanos religiosos y ha puesto en riesgo su vida en un sistema injusto, todo lo cual no hace el Vaticano de Benedicto XVI, que ahora está por destituirlo. Aun cuando es mostrado como a un apestado, son más graves las acciones de Othacehé, matón de corbata, argentino macabro que tiene servidores en todos los poderes del Estado.
Estoy en contra de los curas pederastas y de quienes han ocasionado daños semejantes, pero no de este que se divertía en una playa. No es el primero ni será el último en nadar con amigas de la infancia, pero, como dijo un amigo mío hace dos mil años, con la misma vara con que midamos seremos medidos. Y con una cuarta más.
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