Ríos de Fuego, sangre militante
Maxi y Darío su ejemplo se multiplica
Se cumplen hoy 10 años de la represión que se llevó las vidas de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, recordada como “La masacre de Avellaneda”. Hace varios días ya, se vienen multiplicando las publicaciones que narran los acontecimientos de aquel momento, lo que me lleva a encarar estas líneas no como una crónica periodística repetitiva, sino como un desahogo, una descarga emocional de lo que me provoca interiormente el recuerdo de Maxi y Darío.
Todos conocemos esa última entrega solidaria de Darío, quedarse a ayudar al compañero herido, no abandonarlo, permanecer a su lado hasta el último instante, para protegerlo del tiro de gracia a costa de su propia vida. Un ejemplo de lucha y solidaridad sin medir las consecuencias. Darío llevaba la revolución en el alma y no en la boca, para vivir de ella. Un militante guiado por grandes sentimientos de amor, que no estaba dispuesto a retroceder hasta conseguir las transformaciones sociales en las que, por real convicción, creía.
En las venas de Darío corrían ríos de fuego, sangre militante. Darío no participaba de una militancia cómoda como las que hoy poseen algunas orgas con gran caja y grandes recursos. Darío es parte de una juventud hermosa y comprometida con los que menos tienen y más necesitan. Comprometido al punto de haber dejado la calidez del humilde departamento de aquel monoblock en Don Orione, donde vivía con su familia, por la decisión militante de irse al asentamiento “La Fe”, a empezar desde cero junto a sus compañeros. Darío les enseñó a organizarse, a dar la batalla, a esforzarse, trabajar y luchar para realizar sus sueños, para hacer tangibles las utopías.
Al desangrarse, Darío parió miles de militantes. No murió, se multiplicó. Se multiplicó en cada uno de nosotros, que mantenemos su recuerdo presente, que creemos en la democracia de base, en la formación política, en la lucha social. Se multiplicó en nosotros que nos oponemos al capitalismo, al imperialismo, que creemos en la unidad y en la organización a favor de la construcción del poder popular. Se multiplicó en nosotros, que somos capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. En cada uno de nosotros está Darío. Darío somos todos.
Maxi y Darío son ejemplos de lucha, de solidaridad, de entrega. Los disparos de silencio no lograron acallar sus gritos, por el contrario, hoy se escuchan con más fuerza. Pueden asesinar a los hombres, pero jamás podrán matar las ideas.
Maxi y Darío son dos llamas que mantenemos vivas, ardiendo en nuestros corazones militantes.
Matias G. Juárez.
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